Un
año más me han vuelto a descubrir.
Unos
me llaman el espíritu de la Navidad , algo así como
una ola de solidaridad, bondad y buenas palabras que cada año embriaga a las
gentes. Otros, sin embargo, dicen de mí que soy una mera campaña de eso que
ahora llaman marketing, una invención de buitres capitalistas que emborracha
las mentes consumistas de la sociedad actual. Quizá ninguna de las dos posturas
sea totalmente cierta ni plenamente falsa.
Lo
verdaderamente cierto es que ser no soy, pero estar sí estoy. Yo estoy en cada
reencuentro; en cada huída de aquellos que escapan durante estos días de sus
recuerdos por los que se marcharon junto a Él. Estoy en cada abrazo, en cada
beso, en cada mirada, en cada lágrima… y me han vuelto a descubrir, ¡ya lo creo
que sí! Pero, sin embargo, nunca me marcho;
o ¿es que el hambriento solo pasa hambre en Navidad?; o ¿es que el niño
que no tiene juguetes sí tiene zapatos para todo el año?; o ¿es que el enfermo
solo puede recibir visitas durante los últimos días del mes de diciembre?
Estoy
en todas esas familias desahuciadas buscando un cálido rincón de acogida como
lo buscaron María y José en Belén. También estoy en todos aquellos que tienen
que abandonar su entorno, con temor, en busca de una vida más próspera, al
igual que huyeron Jesús, María y José hacia Egipto. Estoy muy cerca de
vosotros, me rozáis y os cruzáis conmigo cada día. Estoy en aquel hombre que se
cobija cada noche a la puerta del claustro de San Esteban, aguantando
impertérrito las gélidas horas que ponen fin a un día más y preludian un nuevo amanecer; estoy en aquél hombre que, habiendo sido
privado de su trabajo y su jornal, tiene que agachar la mirada en busca de la
solidaridad de aquellos que pasan junto a él; estoy en aquellos que luchan e
investigan por acabar con todas aquellas enfermedades que encuentran su punto
débil en los más desfavorecidos; estoy en la tierna mirada de aquella abuela
que tiene que tratar de mantener a hijos y nietos con unos pocos euros cada
mes.
Pero,
¡qué suerte de vosotros! Porque vosotros, amigos cofrades, estáis sabiendo
interpretar mi presencia. Vosotros estáis empezando a comprender que la bondad
del hijo de Dios es infinita y, como tal, no se agota en las horas que se
alarga cada año el veinticinco de diciembre. Nuestras Cofradías, Hermandades y Agrupaciones están cada vez más involucradas en proyectos de caridad, solidaridad, ayuda al
más desfavorecido. Vosotros, hermanos cofrades, trabajáis cada vez más duro por
ayudar a aquellos que os reclaman con sus gritos silenciosos.
Este
año mis amigos de Piedra Nazarena me han dado la oportunidad de compartir con
vosotros mi Alma, y me gustaría
terminar animándoos a continuar por la senda iniciada y que podáis felicitar la
navidad cada día a aquellos que proyectan sus esperanzas en vosotros.
¡Que
Dios os bendiga!
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