28/9/15




A propósito de la fundación teresiana en Salamanca

A la muerte de la fundadora Teresa de Jesús, en 1582, en Alba de Tormes, su Reforma contaba con 17 conventos de monjas y 15 de frailes descalzos. 
¿Qué razones tuvo la Santa para comenzar las fundaciones?
Dos objetivos principales pretendía conseguir con estos trabajos: servir a la Iglesia, puesta en "grandes tempestades" por la rebelión de Lucero y, más adelante, aplacar a su corazón que se encendió en deseos de "salvar almas" mirando a España, a Europa y al Nuevo Mundo. Todo esto lo realizó Santa Teresa guiándose de las doctrinas que había proclamado el Concilio de Trento. 
Escuchemos las palabras de la monja carmelita: "En este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían hecho estos luteranos...Diome gran fatiga y, como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Apréciame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y, como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios y nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo" (Camino, 1, 2).
Esta tarea de fundaciones por toda Castilla y Andalucía la suponía un gran esfuerzo que ella asumía con una gran esperanza. Así lo escribió: "No pongo en estas fundaciones los grandes trabajos de los caminos, con fríos, con soles, con nieves, que venía vez no cesarnos en todo el día de nevar, otras perder el camino, otras con hartos males y calenturas; porque, gloria a Dios, de ordinario es tener yo poca salud, sino que veía claro que Nuestro Señor me daba esfuerzo" (Fundaciones, 18, 4). Y más adelante insiste en la importancia que tiene para ella abrir un nuevo templo donde se de culto al Santísimo Sacramento: "A lo que ahora me acuerdo, nunca dejé fundación por miedo del trabajo, aunque de los caminos, en especial largos, sentía gran contradicción. Mas en comenzándolos a andar, me parecía poco, viendo en servio de quien se hacía, y considerando que en aquella casa se hacía de alabar el Señor y haber Santísimo Sacramento. Esto es particular consuelo para mí, ver una iglesia más, cuando me acuerdo de las muchas que quitan los luteranos. No sé que trabajos, por grandes que fuesen, se habían de temer a trueco de tan gran bien para la cristiandad" (Fundaciones, 18, 5).
Pero todas las dificultades las superaba la santa fundadora con la certeza de que el Señor y su Espíritu la acompañaban, De esto da testimonio claro: "Estando yo un día acabando de comulgar, puesta en estas dudas, y no determinada a hacer ninguna fundación, había suplicado a nuestro Señor me diese luz para que en todo hiciese yo su voluntad; que la tibieza no era, de suerte que jamás un punto me faltaba este deseo. Díjome nuestro Señor con una manera de reprensión: "¿Qué temes? ¿Cuándo te he yo faltado? El mismo que he sido, soy ahora; no dejes de hacer estas dos fundaciones" Así quedé determinada y animada, que todo el mundo no bastara a ponerme en contradicción" (Fundaciones 29, 6).

Con este telón de fondo podemos recordar lo que ella misma cuenta sobre la fundación del monasterio de Salamanca. Lo describe con detalle en el libro de las fundaciones, capítulos 18 y 19. Bajo la advocación de San José, se fundó el monasterio en 1570. 
Lo resumo en siete escenas escritas por ella misma:
     1- Llegada a Salamanca
"Pues, víspera de Todos Santos, el año que queda dicho, a mediodía, llegamos a la ciudad de Salamanca. Desde una posada procuré saber de un buen hombre de allí, a quien tenía encomendado me tuviese desembarazada la casa, llamado Nicolás Gutiérrez, harto siervo de Dios. Había ganado de Su Majestad con su buena vida una paz y contento en los trabajos grande, que había tenido muchos y vístose en gran prosperidad y había quedado muy pobre, y llevábalo con tanta alegría como la riqueza. Este trabajó mucho en aquella fundación, con harta devoción y voluntad. Como vino, díjome que la casa no estaba desembarazada, que no había podido acabar con los estudiantes que saliesen de ella. Yo le dije lo que importaba que luego nos la diesen, antes que se entendise que yo estaba en el lugar; que siempre andaba con miedo no hubiese algún  estorbo, como tengo dicho. El fue a cuya era la casa, y tanto trabajó, que se la desembarazaron aquella tarde. Ya casi noche, entramos en ella" (Fundaciones, 19, 2).
     2- Dificultades para poner el Santísimo
"Fue la primera que fundé sin poner el Santísimo Sacramento, porque yo no pensaba era tomar la posesión si no se ponía; y había ya sabido que no importaba, que fue harto consuelo para mí, según había mal aparejo de los estudiantes. Como no deben tener esa curiosidad, estaba de suerte toda la casa, que no se trabajó poco aquella noche. Otro día por la mañana se dijo la primera misa, y procuré que fuesen por más monjas que habían de venir de Medina de Campo. Quedamos la noche de Todos Santos mi compañera y yo solas. Yo os digo, hermanas, que cuando se me acuerda el miedo de mi compañera, que era María del Sacramento, una monja de más edad que yo, y hartosierva de Dios, que me da gana de reír" (Fundaciones, 19, 3).
     3- Miedo en la casa primitiva
"La casa era muy grande y desbaratada y con muchos desvanes, y mi compañera no había quitársele del pensamiento los estudiantes, pareciéndole que como se habían enojado tanto de que salieron de la casa, que alguno se había escondido en ella; ellos lo pudieran muy bien hacer, según había adónde. Encerrámonos en una pieza adonde estaba paja, que era lo primero que yo proveía para fundar la casa, porque teniéndola no nos faltaba cama; en ello dormimos esa noche con unas dos mantas que nos prestaron. Otro día, unas monjas que estaban junto, que pensamos les pesara mucho, nos prestaron ropa para las compañeras que habían de venir y nos enviaron limosna. Llamábase Santa Isabel, y todo el tiempo que estuvimos en aquélla nos hicieron harto buenas obras y limosnas" (Fundaciones, 19, 4).
"Como mi compañera se vio cerrada en aquella pieza, parece sosegó algo cuanto a lo de los estudiantes, aunque no hacía sino mirar a una parte y a otra, todavía con temores, y el demonio que la debía ayudar con representarla pensamientos de peligro para turbarme a mí, que con la flaqueza de corazón que tengo, poco me solía bastar. Yo la dije que qué miraba, que cómo allí no podía entrar nadie. Díjome: "Madre, estoy pensando, si ahora me muriese yo aquí, ¿qué haríais vos sola?". Aquello, si fuera, me parecía recia cosa; y comencé a pensar un poco en ello, y aun haber miedo; porque siempre los cuerpos muertos, aunque yo no lo he, me enflaquecen el corazón, aunque no esté sola. Y como el doblar de las campanas ayudaba, que como he dicho era noche de las Animas, buen principio llevaba el demonio para hacernos perder el pensamiento con niñerías; cuando entiende que de él no se ha miedo, busca otros rodeos. Yo la dije: "Hermana, de que eso sea, pensaré lo que he de hacer; ahora déjeme dormir" Como habíamos tenido dos noches malas, presto quitó el sueño los miedos. Otro día vinieron más monjas, con que se nos quitaron" (Fundaciones, 19, 5).
     4- Preparativos de la fiesta de fundación
"Pasámonos víspera de San Miguel, un poco antes que amaneciese. Ya estaba publicado que había de ser el día de San Miguel el que se pusiese el Santísimo Sacramento, y el sermón que había de haber. Fue nuestro Señor servido que el día que nos pasamos, por la tarde, hizo un agua tan recia, que para traer las cosas que eran menester se hacía con dificultad. La capilla habíase hecho nueva, y estaba tan mal tejada, que lo más de ella se llovía. Yo os digo, hijas, que me vi harto imperfecta aquel día. Por estar ya divulgado, yo no sabía qué hacer, sino que me estaba deshaciendo, y dije a nuestro Señor, casi quejándome, que o no me mandase entender en estas obras, o remediase aquella necesidad. El buen hombre de Nicolás Gutiérrez, con su igualdad, como si no hubiera nada, me decía muy mansamente que no tuviese pena, que Dios lo remediaría. Y así fue, que el día de San Miguel, al tiempo de venir la gente, comenzó a hacer sol, que me hizo harta devoción y vi cuán mejor había hecho aquel bendito en confiar de nuestro Señor que no yo con mi pena" (Fundaciones, 19, 9).
     5- Fiesta de la fundación
"Hubo mucha gente, y música, y púsose el Santísimo Sacramento con gran solemnidad. Y como esta casa está en buen puesto, comenzaron a conocerla y tener devoción; en especial nos favorecía mucho la condesa de Monterrey, doña María Pimentel, y una señora, cuyo marido era el corregidor de allí, llamada doña Mariana. Luego otro día, porque s enos templase el contento de tener el Santísimo Sacramento, viene el caballero cuya era la casa tan bravo, que yo no sabía qué hacer con él, y el demonio hacía que no se llegase a razón, porque todo lo que estaba concertado con él cumplíamos. Hacía poco al caso querérselo decir. Hablándole algunas personas se aplacó un poco; mas después tornaba a mudar parecer. Yo ya me determinaba a dejarle la casa. Tampoco quería esto, porque él quería que se le diese luego el dinero. Su mujer, que era suya la casa, habíala querido vender para remediar dos hijas, y con este título se pedía la licencia y estaba depositado el dinero en quien él quiso" (Fundaciones, 19, 10).
     6- Dificultades para la compra de la casa
"El caso es que, con haber esto más de tres años, no está acabada la compra, ni sé si quedará allí el monasterio, que a este fin he dicho esto, digo en aquella casa, o en qué parará" (Fundaciones, 19, 11).
     7- Comentario final
"Lo que sé es que en ningún monasterio de los que el Señor ahora ha fundado de esta primera Regla no han pasado las monjas, con mucha parte, tan grandes trabajos. Haylas allí tan buenas, por la misericordia de Dios, que todo lo llevan con alegría. Plega a Su Majestad esto les lleve adelante, que en tener buena casa o no la tener, va poco; antes es gran placer cuando nos vemos en casa que nos pueden echar de ella, acordándonos cómo el Señor del mundo no tuvo ninguna. Esto de estar en casa no propia, como en estas fundaciones se ve, nos ha acaecido algunas veces; y es verdad que jamás he visto a monja con pena de ello. Plega a la divina Majestad que no nos falten la smoradas eternas, por su infinita bondad y misericordia. Amén, amén" (Fundaciones, 19, 12).

El resultado de las fundaciones teresianas es el culto a Dios, el servicio a la Iglesia y la bendición para todas las religiosas. Así lo entendió ella: "Pues comenzando a poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora, comenzó la divina Majestad a mostrar sus grandezas en estas mujeres flacas, aunque fuertes en los deseos y en el desaire de todo lo criado, que debe ser lo que más junta el alma con su Criador, yendo con limpia conciencia" (Fundaciones, 4, 5).
"¡Oh, grandeza de Dios!, muchas veces me espanta cuando lo considero, y veo cuán particularmente quería su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios; que yo creo lo es, y morada en que su Majestad se deleita, como una vez estando en oración me dijo que era esta casa paraíso de su deleite" (Vida, 35, 12).
"Esta casa es un cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo" (Camino, 13, 7).

Pidamos al Señor en este V centenario del Nacimiento de la Santa, que se pueblen estos palomarcitos, que las vocaciones religiosas no desciendan sino que se acrecienten y se extiendan por el mundo. La fundación del monasterio de Salamanca, aunque tuvo comienzos difíciles, fue un manantial de fundaciones que se extendieron por Francia y los Países Bajos. Por todo ello demos gracias a Dios.


                                                                                                               Florentino Gutiérrez Sánchez

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